domingo, 24 de abril de 2016

¿Quién te acusa?


I¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo, cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? Mateo 7:3-4 (NTV)
Mientras Jesús hablaba, los maestros de la ley y los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio y la pusieron en medio de la multitud. Maestro -le dijeron a Jesús-, ésta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. La ley manda apedrearla, ¿tú qué dices? -le preguntaron.
Ellos intentaban tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra, pero Jesús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo. Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les dijo: ¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra! Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo.
Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron sólo Jesús y la mujer en medio de la multitud. Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer: -¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó? -Ni uno, Señor -dijo ella. -Yo tampoco -le dijo Jesús-. Vete y no peques más. (Juan 8:1-11 NTV)
Hoy podemos acercarnos a Jesús y pedirle perdón por haber acusado y condenado a nuestro prójimo, por haberlo lastimado con nuestras palabras y actitudes, poniéndonos en el lugar de Dios, el único Juez Justo.
Cada día debemos ser capaces de dar más amor y ver a las personas que nos rodean con misericordia y bondad como lo hace Jesús con cada uno de nosotros. Si ni siquiera Él condenó a ésta mujer, ¿quiénes somos nosotros para condenar a los demás?, lo que tenemos que hacer es orar por ellos y bendecirlos, pero también orar por nosotros, para que seamos más sensibles a la necesidad y a los problemas de las personas que nos rodean. En nuestras propias fuerzas no lo lograremos, pero con la ayuda de nuestro Señor, sí.
Quizás eres tú el(la) que se siente indigno(a) de acercarse a Dios porque has pecado y piensas que Él no te perdonará porque has incurrido muchas veces en la misma falta, déjame recordarte que su amor es inagotable y eterno, que el único que te condena es el enemigo y no Él. Vuelve ahora mismo al lado de nuestro Padre Celestial quien te espera con los brazos extendidos y el mismo amor de siempre; empieza todo de nuevo junto a Él.
El Amor es lo que movió al Padre a dar su hijo por la humanidad, lo que motivó a Jesús a ser obediente hasta la Cruz y lo que nos distinguirá acá en la tierra.


 Brisna Bustamante 
       CVCLAVOZ    

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