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Cierta noche, después de la oración, la madre le reprochó: No me gustan estas oraciones tan cortas que tú haces. Y mucho menos, después de que he leído en los periódicos que el otro día estuviste dos horas hablando ante el tribunal”
- Tienes razón, mamá – contestó el joven- pero tú olvidas que el Señor no es tan duro de cabeza ni de corazón como los jueces. Él entiende perfectamente lo que quiero decirle, y no tengo necesidad de convencerle repitiendo una y otra vez la misma cosa.
Sin duda alguna no se trata de lo extensa que se a tu oración o de lo rebuscadas que sean tus palabras, a Dios le interesa un corazón sincero y que crea en que Él escucha y tiene el poder para realizar el milagro que necesitamos o para conceder el anhelo de nuestro corazón.
Hay muchas personas que olvidan la relación que son hijos de Dios y siguen temiendo hablar con Él porque no saben cómo dirigirse ni qué será más adecuado decir, olvidando lo que dice Hebreos 4:16: Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos. (NTV)
Nuestro Dios es un Padre amoroso y misericordioso, no está esperando escuchar la mejor oración, la más adornada, extensa ni correcta estructuralmente para responder, sino que se fija en nuestro corazón y la fe que tenemos.
No necesitamos convencer a Dios de nada, solamente quiere que confiadamente le hagamos llegar nuestras peticiones, reconociendo su poder, su bondad y amor.
Olvídate de la idea de que Dios está tomando nota y criticando tu oración, por el contrario, acércate confiadamente, preséntale tus peticiones de la forma más honesta que encuentres, háblale como a Aquel que te ama tanto que fue capaz de dar a su Único hijo por ti.
Ana María Frege Issa
CVCLAVOZ
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