Una Maestra Marco la Diferencia
Hace años un profesor de la Universidad John Hopkin asignó a un grupo de estudiantes graduandos la siguiente tarea: vayan a los tugurios. Tomen a 200 muchachos entre las edades de 12 y 16 e investiguen su trasfondo y ambiente. Luego predigan sus oportunidades para el futuro.
Los estudiantes, tras consultar las estadísticas
sociales, hablar con los muchachos y copilar mucha data, concluyeron que el 90 %
de ellos pasarían algún tiempo en prisión.
Veinticinco años después a otro grupo de
estudiantes graduandos se le asignó la tarea de probar la predicción. Volvieron
a la misma área. Algunos de los muchachos –para entonces hombres– todavía
estaban allí, unos pocos habían muerto, algunos se habían mudado, pero se
pusieron en contacto con 180 del grupo original de 200. Descubrieron que solo
cuatro del grupo habían sido enviados a la cárcel.
¿Por qué fue que estos hombres, que habían vivido
en un criadero del crimen, habían tenido tan sorpresivamente buen
comportamiento? A los investigadores se les dijo una y otra vez: “Bueno, había
una maestra…”
Ellos insistieron y descubrieron que en el 75 % de los
casos se trataba de la misma mujer. Los investigadores visitaron a esta maestra
que ahora residía en un hogar para maestros jubilados. ¿Cómo había logrado
ejercer tan sorprendente influencia sobre ese grupo de muchachos? ¿Podría ella
darles alguna razón por la que estos muchachos todavía la recordasen?
“No”, dijo ella, “realmente no podría” Y
entonces, meditando sobre todos esos años, dijo graciosamente, más para sí misma
que para sus interrogadores: “Amé a esos muchachos…”
Bits & Pieces, June 1995 Economics Press
Un gesto, una palabra, un toque, un abrazo o
simplemente mirar a los ojos alguien mientras habla, puede marcar la diferencia.
Tu has sido puesto en este mundo para hacer la diferencia.
El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá
todas las faltas. Proverbios 10:12.
Mejor es la comida de legumbres donde hay amor,
Que de buey engordado donde hay odio. Proverbios 15:17.
Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo
ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,
De cierto lo menospreciarían. Cantares 8:7.
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